Nos hallamos ante una gran aventura, la aventura del viaje a lo
desconocido, en las profundidades de una selva como la amazónica hasta
un poblado primitivo. Para alcanzarlo se necesitaron sólo unas pocas
semanas. No obstante, parece que han transcurrido cientos, miles de años
porque, al viajar, se ha desandado en el tiempo, hasta el punto que, al
final del periplo, nos encontramos con el ser humano en su estado
primigenio, cuando comenzaba sólo a nombrar las cosas. Quien realiza
este viaje es un hombre amargado, enajenado, procedente de la
civilización más adelantada tecnológicamente y, al mismo tiempo, más
implacable y destructora espiritualmente. Nuestro protagonista tendrá
que decidir si quiere permanecer en un mundo primitivo, carente de
bienes materiales pero donde ha encontrado la felicidad, o retornar a la
civilización donde es infeliz aunque posea «todo». Difícil dilema que
puede ser el de cualquiera de nosotros.
miércoles, 30 de mayo de 2012
EL CASO DE CHARLES DEXTER WARD de H.P. LOVECRAFT
«EL CASO DE CHARLES DEXTER WARD es una novela corta escrita por H. P.
Lovecraft entre 1927 y 1928, aunque publicada póstumamente. Puede
considerarse como una de las principales obras del autor. Basada en el
conocido asunto de las Brujas de Salem en 1692 y ambientada en su
Providence natal, el autor relata los extraños eventos que rodean al
protagonista (Charles Dexter Ward) y a su misterioso antepasado, el
ocultista Joseph Curwen, desaparecido en vísperas de la Guerra de la
Independencia de los Estados Unidos.»“
lunes, 21 de mayo de 2012
VISITA LITERARIA DEDICADA A BÉCQUER DEL CLUB DE LA MANZANA

RUTA LITERARIA. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER.


Hay muchas formas de hacer turismo por Sevilla, de disfrutar de sus calles, plazas, jardines, iglesias, bares… cualquier rincón de la ciudad destila bullicio, alegría, historia y cultura.
El Club de Manzana proyectó para este año una serie de actividades culturales entre las que se encuentran una serie de Rutas Literarias para intentar conocer más a fondo a los grandes escritores y literatos relacionados con nuestra ciudad.
Iniciamos el pasado 18 de Mayo la primera de estas rutas con uno de los grandes poetas románticos del siglo XIX cuya obra supone el punto de partida de la poesía moderna española: mi admirado Gustavo Adolfo Bécquer.
No hablaremos aquí de su vida y obra, ya de sobra conocida, sino que visitaremos los lugares de la ciudad donde pasó sus primeros años antes de su partida a Madrid buscando fama y fortuna. Un itinerario largo pero muy instructivo.
Normalmente este tipo de visitas, como casi todo, se suele empezar por el principio, pero nosotros por motivos de horarios restringidos de algunas de las instituciones a visitar, comenzamos por el final.
La primera parada fue el Convento de Santa Inés situado en la calle Doña María Coronel. Un edificio del siglo XIV de estilo Gótico-Mudéjar que alberga en su interior el órgano descrito por Bécquer en su famosa Leyenda “Maese Pérez el Organista” donde nos aguardaba una gran sorpresa. Siempre que se entra en un edificio antiguo uno tiene la impresión de traspasar el umbral del tiempo y trasladarse a épocas pasadas, pero si además te reciben unos señores ataviados como caballeros templarios la impresión casi asusta. Y es que sin que nosotros tuviéramos noticias de ello, se celebraba en la iglesia una ceremonia de iniciación de los neófitos de la Orden de San Clemente y San Fernando (!ahí es nada!) presidida por el purpurado Arzobispo de Sevilla. De piedra como los muros del convento nos quedamos ante tal despliegue de la “Sevilla profunda”. Y no sería el único acto religioso que nos encontramos a lo largo de la tarde.
Dejamos atrás el convento y por la calle Laraña bajamos hasta la Facultad de Bellas Artes que acoge el Panteón de los Sevillanos Ilustres, donde comparten sepultura Gustavo Adolfo y su hermano Valeriano. Sobre la lápida de los Bécquer se alza la figura de un ángel, portador del libro de las “Rimas” en su mano izquierda y un escudo con leyenda en la derecha, sobre una peana adornada con volutas vegetales y una golondrina. La tumba de Bécquer es receptora desde hace años de poemas, pensamientos, rimas y rosas que dejan las personas que quieren homenajear al poeta y su obra, siempre actual, como si se tratarse de un santo laico que desde el más allá pueda hacer que se cumplan los deseos de los mortales enamorados.
Cuando ya abandonábamos el panteón pudimos conocer a un joven artista marroquí que tenía expuesta en el patio de la Facultad una descomunal tela de araña y que nos pidió fotografiarnos con él. !Ah, cuan maravillosa es la cultura!
Y ya dispuestos a retomar la visita por el principio nos dirigimos a la calle Conde de Barajas, donde nació. Aunque su casa natal ya no existe, en el número 28 de esta calle hay una placa conmemorativa que hace referencia a su nacimiento el 17 de febrero de 1836. Ninguna importancia tiene que la casa sea o no la verdadera. Lo importante es que se conserve como vivienda típica de la época, en la que se puedan recoger y agrupar los recuerdos del poeta.
Continuando por esa misma calle desembocamos en la Paza de San Lorenzo que alberga la iglesia del mismo nombre. En este templo de estilo Gótico-Mudéjar del siglo XIII fue bautizado el ilustre poeta el día 27 de febrero, diez días después de su nacimiento. Dimos un rápido vistazo por la iglesia y la pila bautismal porque se estaba celebrando misa y no queríamos molestar ni ser irrespetuosos.
Sin salir del barrio nos dirigimos a la calle Jesús de Gran Poder. En el número 29 donde ahora está la clínica “Clinisur”, se ubicaba en tiempos del escritor el colegio San Francisco de Paula, donde estudió en sus primeros años. La propia clínica que restauró el edificio, puso la placa conmemorativa para que los transeúntes no se olvidaran del autor.
La siguiente parada la hicimos en la Plaza del Potro muy cerquita de la Alameda de Hércules, donde otra placa recuerda que allí vivió el poeta con sus tíos entre los años 1850 y 1852. El mismo tío que sentenció: “Tú nunca serás un gran pintor, sino un mal literato”. Afortunadamente se te equivocó de cabo a rabo.
Saliendo de la Alameda por la calle Amor de Dios, nos fuimos hasta el instituto San Isidro donde también realizó estudios, aunque no sabemos en qué fecha ni hay placa alguna que lo recuerde.
Por esta misma calle desembocamos en la Plaza del Duque donde también estuvo un tiempo viviendo en casa de su madrina Manuela Monehay, adinerada señora de origen francés. El acceso que tuvo Bécquer a la excelente biblioteca que tenía esta señora, le proporcionó un conocimiento detallado de los autores más relevantes del siglo anterior y del romanticismo europeo. Es una pena que la casa ya no exista ni se sepa el emplazamiento exacto de la misma.
Tras un agitado paseo por la calle Sierpes, tuvimos que pararnos durante un buen rato para dejar paso a una Cruz de Mayo con su banda incluida, que para ser de niños iba repleta de mayores trajeados, llegamos hasta los aledaños de la Catedral, concretamente a la Taberna de las Escobas( !Menos mal! !Ya era hora de una cervecita!) en la calle Alemanes, fundada en 1836, lugar frecuentado por un sinfín de escritores y artistas, entre ellos el que hoy nos ocupa. Ahora es un restaurante muy
fino, de postín, donde no hay lugar para tomarse una caña, por lo que decidimos irnos
con la música a otra parte, al bar “Las Columnas” para un pequeño refrigerio después
de la larga caminata.
Una vez recuperadas las fuerzas, por la calle San Fernando llegamos hasta los
Jardines de Murillo donde una placa recuerda aquel relato que escribió Bécquer sobre
la Feria de Abril que por aquellos entonces se celebraba justo enfrente, en el Prado de
San Sebastián.
Y por fin, última parada en el Parque de María Luisa donde se halla la Glorieta de Bécquer. Una estructura de forma octogonal con un busto del poeta, basado en el retrato que de él hizo su hermano Valeriano, donde hay una inscripción con la fecha de su nacimiento y muerte. El resto del conjunto es toda una alegoría al amor con un joven cupido herido, con un ala rota y un puñal en la espalda, que representa el desengaño amoroso. Desde otro ángulo se aprecian tres señoritas cuyos rostros reflejan las diversas reacciones en las distintas fases del amor: “el amor futuro”, el “amor presente” y “el amor pasado”. Allí dimos por terminada nuestra ruta literaria recordando algunas de sus rimas y analizamos cómo había cambiado la visión del amor desde los tiempos del poeta hasta nuestros días.
Quiero terminar dando las gracias a Lula, sin cuyo amplio conocimiento de las calles sevillanas la visita se hubiese convertido en un ir de acá para allá sin rumbo fijo.


Hay muchas formas de hacer turismo por Sevilla, de disfrutar de sus calles, plazas, jardines, iglesias, bares… cualquier rincón de la ciudad destila bullicio, alegría, historia y cultura.
El Club de Manzana proyectó para este año una serie de actividades culturales entre las que se encuentran una serie de Rutas Literarias para intentar conocer más a fondo a los grandes escritores y literatos relacionados con nuestra ciudad.
Iniciamos el pasado 18 de Mayo la primera de estas rutas con uno de los grandes poetas románticos del siglo XIX cuya obra supone el punto de partida de la poesía moderna española: mi admirado Gustavo Adolfo Bécquer.
No hablaremos aquí de su vida y obra, ya de sobra conocida, sino que visitaremos los lugares de la ciudad donde pasó sus primeros años antes de su partida a Madrid buscando fama y fortuna. Un itinerario largo pero muy instructivo.
Normalmente este tipo de visitas, como casi todo, se suele empezar por el principio, pero nosotros por motivos de horarios restringidos de algunas de las instituciones a visitar, comenzamos por el final.
La primera parada fue el Convento de Santa Inés situado en la calle Doña María Coronel. Un edificio del siglo XIV de estilo Gótico-Mudéjar que alberga en su interior el órgano descrito por Bécquer en su famosa Leyenda “Maese Pérez el Organista” donde nos aguardaba una gran sorpresa. Siempre que se entra en un edificio antiguo uno tiene la impresión de traspasar el umbral del tiempo y trasladarse a épocas pasadas, pero si además te reciben unos señores ataviados como caballeros templarios la impresión casi asusta. Y es que sin que nosotros tuviéramos noticias de ello, se celebraba en la iglesia una ceremonia de iniciación de los neófitos de la Orden de San Clemente y San Fernando (!ahí es nada!) presidida por el purpurado Arzobispo de Sevilla. De piedra como los muros del convento nos quedamos ante tal despliegue de la “Sevilla profunda”. Y no sería el único acto religioso que nos encontramos a lo largo de la tarde.
Dejamos atrás el convento y por la calle Laraña bajamos hasta la Facultad de Bellas Artes que acoge el Panteón de los Sevillanos Ilustres, donde comparten sepultura Gustavo Adolfo y su hermano Valeriano. Sobre la lápida de los Bécquer se alza la figura de un ángel, portador del libro de las “Rimas” en su mano izquierda y un escudo con leyenda en la derecha, sobre una peana adornada con volutas vegetales y una golondrina. La tumba de Bécquer es receptora desde hace años de poemas, pensamientos, rimas y rosas que dejan las personas que quieren homenajear al poeta y su obra, siempre actual, como si se tratarse de un santo laico que desde el más allá pueda hacer que se cumplan los deseos de los mortales enamorados.
Cuando ya abandonábamos el panteón pudimos conocer a un joven artista marroquí que tenía expuesta en el patio de la Facultad una descomunal tela de araña y que nos pidió fotografiarnos con él. !Ah, cuan maravillosa es la cultura!
Y ya dispuestos a retomar la visita por el principio nos dirigimos a la calle Conde de Barajas, donde nació. Aunque su casa natal ya no existe, en el número 28 de esta calle hay una placa conmemorativa que hace referencia a su nacimiento el 17 de febrero de 1836. Ninguna importancia tiene que la casa sea o no la verdadera. Lo importante es que se conserve como vivienda típica de la época, en la que se puedan recoger y agrupar los recuerdos del poeta.
Continuando por esa misma calle desembocamos en la Paza de San Lorenzo que alberga la iglesia del mismo nombre. En este templo de estilo Gótico-Mudéjar del siglo XIII fue bautizado el ilustre poeta el día 27 de febrero, diez días después de su nacimiento. Dimos un rápido vistazo por la iglesia y la pila bautismal porque se estaba celebrando misa y no queríamos molestar ni ser irrespetuosos.
Sin salir del barrio nos dirigimos a la calle Jesús de Gran Poder. En el número 29 donde ahora está la clínica “Clinisur”, se ubicaba en tiempos del escritor el colegio San Francisco de Paula, donde estudió en sus primeros años. La propia clínica que restauró el edificio, puso la placa conmemorativa para que los transeúntes no se olvidaran del autor.
La siguiente parada la hicimos en la Plaza del Potro muy cerquita de la Alameda de Hércules, donde otra placa recuerda que allí vivió el poeta con sus tíos entre los años 1850 y 1852. El mismo tío que sentenció: “Tú nunca serás un gran pintor, sino un mal literato”. Afortunadamente se te equivocó de cabo a rabo.
Saliendo de la Alameda por la calle Amor de Dios, nos fuimos hasta el instituto San Isidro donde también realizó estudios, aunque no sabemos en qué fecha ni hay placa alguna que lo recuerde.
Por esta misma calle desembocamos en la Plaza del Duque donde también estuvo un tiempo viviendo en casa de su madrina Manuela Monehay, adinerada señora de origen francés. El acceso que tuvo Bécquer a la excelente biblioteca que tenía esta señora, le proporcionó un conocimiento detallado de los autores más relevantes del siglo anterior y del romanticismo europeo. Es una pena que la casa ya no exista ni se sepa el emplazamiento exacto de la misma.
Tras un agitado paseo por la calle Sierpes, tuvimos que pararnos durante un buen rato para dejar paso a una Cruz de Mayo con su banda incluida, que para ser de niños iba repleta de mayores trajeados, llegamos hasta los aledaños de la Catedral, concretamente a la Taberna de las Escobas( !Menos mal! !Ya era hora de una cervecita!) en la calle Alemanes, fundada en 1836, lugar frecuentado por un sinfín de escritores y artistas, entre ellos el que hoy nos ocupa. Ahora es un restaurante muy
fino, de postín, donde no hay lugar para tomarse una caña, por lo que decidimos irnos
con la música a otra parte, al bar “Las Columnas” para un pequeño refrigerio después
de la larga caminata.
Una vez recuperadas las fuerzas, por la calle San Fernando llegamos hasta los
Jardines de Murillo donde una placa recuerda aquel relato que escribió Bécquer sobre
la Feria de Abril que por aquellos entonces se celebraba justo enfrente, en el Prado de
San Sebastián.
Y por fin, última parada en el Parque de María Luisa donde se halla la Glorieta de Bécquer. Una estructura de forma octogonal con un busto del poeta, basado en el retrato que de él hizo su hermano Valeriano, donde hay una inscripción con la fecha de su nacimiento y muerte. El resto del conjunto es toda una alegoría al amor con un joven cupido herido, con un ala rota y un puñal en la espalda, que representa el desengaño amoroso. Desde otro ángulo se aprecian tres señoritas cuyos rostros reflejan las diversas reacciones en las distintas fases del amor: “el amor futuro”, el “amor presente” y “el amor pasado”. Allí dimos por terminada nuestra ruta literaria recordando algunas de sus rimas y analizamos cómo había cambiado la visión del amor desde los tiempos del poeta hasta nuestros días.
Quiero terminar dando las gracias a Lula, sin cuyo amplio conocimiento de las calles sevillanas la visita se hubiese convertido en un ir de acá para allá sin rumbo fijo.
lunes, 14 de mayo de 2012
COSECHA ROJA de SAMUEL DASHIELL HAMMETT
PROPUESTAS DE LECTORES (Elvira)
LLEGÓ
EL CRIMEN A LAS CALLES
Cosecha
roja, cuyo escritor es
el estadounidense Samuel Dashiell Hammett, pertenece al género de la novela
negra. Este tipo de relato presenta unas características distintas a la novela
policíaca. Tiene una atmósfera asfixiante, donde el miedo y la violencia
conviven, y existe la falta de justicia, sustituida por la corrupción del poder.
Este tipo de novela nace en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos,
difundida en revistas, como una variante de las historias policíacas. La novela
negra agrega una violencia de la que carece el género policíaco. Los crímenes
son producto de la debilidad humana, como la rabia, el poder, el odio,
etc.; por esta razón tiene un lenguaje
más crudo, donde se le da más importancia a la acción, la cual contribuye a la
descripción de la sociedad donde nacen los criminales y la reflexión sobre el
deterioro ético.
Un enigmático agente de la Continental
(su nombre no es desvelado) es contratado para resolver un caso, para lo cual
se traslada desde San Francisco hasta Personville (rebautizada como
Poisonville, nuevo nombre bien merecido que significa ‘villa veneno’). A su
llegada muere misteriosamente su cliente y se ve envuelto en el ambiente
violento de Poisonville, ciudad que antaño fue propiedad de Elihu Willson,
"el Viejo", y cuyo control le disputan ahora unos cuantos gángsters, lo
que la convierte en un lugar corrupto donde la Policía es parte del entramado
mafioso. Las muertes se suceden, así como los ajustes de cuentas y los
tiroteos, la bebida y los bajos fondos, gracias a una guerra entre bandas incitada
por la astucia del agente de la Continental, quien emplea métodos ‘especiales’
y bastante al margen de la ley para luchar contra este imperio criminal.
A todo esto hay que añadir diálogos
corrosivos, un protagonista cínico y de vuelta de todo, chicas malas y
peligrosas, mafiosos duros, policías corruptos y una visión descarnada de la
sociedad americana previa al crack del 29, bien retratada por la experiencia
del propio Hammett, quien fue varios años detective privado.
El protagonista se convierte desde el principio
en un tipo antipático por el que no se tiene ningún sentimiento amable, y es
tan detestable como el resto de personajes, quienes participan en este mundo
que puede ser cualquier parte corrupta de la geografía mundial. La censura, la
información controlada, la violencia impuesta, etc., nos hacen pensar y
reflexionar sobre el mundo en el que vivimos.
“Durante cuarenta años, Elihu Willsson, el viejo,
padre del que había muerto aquella noche, fue el dueño de Personville, en
corazón, alma, piel y entrañas. Era presidente y accionista mayoritario de la Personville Mining Corporation, así como del First National Bank, propietario del Morning Herald y del Evening
Herald, los únicos periódicos de la ciudad, y copropietario al menos de
todas las demás empresas de alguna importancia. Aparte de estos bienes, era
propietario de un senador de los Estados Unidos, de un par de diputados, del
gobernador, del alcalde y de la mayor parte de los diputados del Estado. Elihu
Wilsson era Personville y casi todo el Estado”.
jueves, 3 de mayo de 2012
VELANDO ARMAS (Este mes en el periódico de Mairena del Aljarafe)
VELANDO ARMAS (Libros de caballería) Caty y Manolito
Pasar la noche en vela es una costumbre que, al hilo de lo que
trataremos en este artículo, une a caballeros y lectores. Era norma entre los
caballeros pasar despiertos la noche antes de ser nombrados. Habiéndose confesado
el aspirante debía recogerse en nocturna soledad, amparado por el silencio y la
oscuridad de un recinto sagrado, para posteriormente, con los primero rayos de
sol, tomar un baño purificador y las nuevas vestiduras que le distinguen como
caballero. El lector, que roba horas a la noche en pos de la lectura, se
renueva y purifica con cada página que pasa en el sacro recinto del libro. Así
pues, el género de las novelas de caballería es el punto donde lector y
caballero, velan juntos las armas.
La caballería medieval fue un orden
paramilitar que surgió en la Europa cristiana en torno a los siglos IX y X,
siendo su momento de máximo esplendor el siglo XIII. Su nacimiento debe
vincularse al desarrollo de los antiguos milites
(guerreros) carolingios que poco a poco fueron consolidando un nuevo estatus
social gracias al progresivo aumento de su prestigio. En el siglo XIII el orden
de caballería era ya un grupo homogéneo y bien delimitado, con título
honorífico y conciencia de clase, una incipiente aristocracia laica que a la
vez tenía el beneplácito de la iglesia, la cual legitimó sus incursiones
bélicas gracias a la cruzada contra el infiel.
El orden de caballería fue adquiriendo un peso
decisivo en la sociedad feudal y creó una estructura y una reglamentación muy
rígidas, que deberían ser respetadas por todo aquel que hubiese sido armado
caballero. Se fue desarrollando todo un protocolo alrededor de este estamento,
como por ejemplo la ceremonia de investidura que estaría plagada de símbolos.
Los caballeros lucharán por su señor o por Dios, y en sus tierras desarrollarán
ejercicios preparatorios para la guerra como torneos, justas, cartas de batalla
o pasos de armas.
La defensa de la religión, la atención y protección de los más débiles,
la fidelidad al rey, el menosprecio a la muerte y el dolor, así como la
búsqueda del honor y la gloria conformarían el ideario caballeresco.
A fines del siglo XV, la caballería constituía ya un poderoso sistema
de creencias, pensamiento y visión del mundo en toda Europa, por lo que
rápidamente la literatura se hizo eco de la institución y de sus altos ideales,
apareciendo en un primer momento un género de clara finalidad didáctica
ejemplificado en obras como el Libro del
orden de caballería de Ramon Llull, textos con grandes dosis de realismo
destinados al adoctrinamiento del lector en relación a las prácticas, usos,
costumbres y normas de este estamento. Pronto el espíritu caballeresco como
pauta de conducta en forma de ideal se mezclará con la ficción apareciendo
entonces los llamados libros de
caballería.
Los libros de caballería constituirán un género literario que tendrá
una amplísima aceptación a fines del siglo XV y a lo largo la siguiente
centuria, en reinos como el de Castilla y Aragón, Portugal o Francia. Según los
investigadores el género sintetizará varias tradiciones previas: el folklore,
la tradición culta (materia de Bretaña y Arturo), la épica y los tratados
teóricos de re militari, de los que
hablamos antes. El género presentará motivos recurrentes como el hallazgo del
manuscrito en circunstancias extraordinarias o aparecer como una traducción de
un original en otra lengua, ambas circunstancias eran evidentemente falsas y
pretendían aportar autenticidad a la historia. Otro elemento común en el género
es el tratamiento en cada novela de tres bloques temáticos fundamentales: las
armas, el amor y la corte. Mostrando el caballero protagonista un saber estar
perfecto tanto en los amoríos e intrigas cortesanas como en las batallas. Los
episodios bélicos se estructuran, de forma repetitiva en tres fases: la causa,
el desarrollo y el desenlace; y la violencia será una constante en el
desarrollo de estos textos. El amor, el otro gran protagonista, reflejará de
forma novelada el amor cortesano, que antes habrían recitado los trovadores.
Los libros de caballería tendrán también un lugar reservado a la maravilla,
apareciendo acontecimientos con carácter
mágico adornando los distintos episodios.
Toda esta conjunción de elementos explica la gran acogida que tuvo el
género en muchos ámbitos de la sociedad, se sabe que fue especialmente
predilecto entre las lectoras de la época, y algunos estudios apuntan que la
autoría de algunos de los libros podría ser femenina.
Existe un buen número de libros de caballería conocidos, algunos formando
grandes ciclos y otros representados por una única obra. Tal vez uno de los más
destacados es el Amadís de Gaula
(escrito a mediados del siglo XV) y que
influirá notablemente en muchas de las obras posteriores del género, pues cabe
destacar que la originalidad no será la característica fundamental de este tipo
de literatura. Podemos hablar de otros títulos como Curial e Güelfa o, Florambel de Lucea., así como de ciclos muy conocidos como el de Belianís de Grecia o
el de Tristán de Leonís.
Hoy en Velando armas hemos
escogido un libro de caballería que siendo de los más conocidos se aleja a
veces de los cánones del género, la novela de Joanot Martorell Tirante el Blanco, publicada en Valencia
en torno a 1490. Tal es su calidad que es la única de las obras de caballería
que salvaría Cervantes de la famosa quema en su Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha:
¡Válame
Dios, –dixo el cura dando una gran voz– ¡que aquí esté Tirante
el
Blanco! Dádmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él
un
tesoro de contento y una mina de passatiempos. Aquí está don
Quirieleysón
de Moltalván, valeroso cavallero, y su hermano Tomás de
Montalván
y el cavallero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante
hizo
con el alano y las agudezas de la donzella Plazerdemivida, con los
amores
y embustes de la Viuda Reposada y la señora Emperatriz,
enamorada
de Ipólito, su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que
por
su estilo es este el mejor libro del mundo. Aquí comen los cavalleros y
duermen,
y mueren en sus camas y hazen testamento antes de su muerte,
con
estas cosas de que todos los demás libros d’este género carecen.
En esta obra realidad y ficción se entremezclan invitando al
lector a recorrer en una magnífica aventura, de la mano del caballero Tirante,
gran parte del Mediterráneo. La historia se inicia en Inglaterra, cuando
Tirante, al dirigirse a un torneo en honor del rey, visita al ermitaño
Guillermo de Varoic, quien le adoctrina sobre la caballería. Tirante marchará
después a Francia, Sicilia y Rodas, llegando a convertirse en jefe de los
ejércitos bizantinos, tras numerosas aventuras por el norte de África volverá a
la gran Constantinopla, donde se desposará con su amada Carmesina, hija del
emperador, llegando a convertirse en Príncipe del Imperio. Pero será en esos
preciosos momentos, cuando todo parece haberse concluido con éxito, cuando
Tirante, mostrando su naturaleza humana, caerá enfermo y morirá, lo que a su
vez llevará a la muerte por desconsuelo de su amada. Un final inesperado al
morir el gran caballero víctima de una simple enfermedad y no en el campo de
batalla, lo que le habría laureado con todos los honores de héroe, pero es ahí
donde radica la grandeza del personaje y la novela, en el realismo como
elemento de peso en la historia, de hecho en los diferentes libros de los que
se compone la obra, la lógica y no la fe o la magia es lo que permite salir
victorioso al protagonista, siendo la novela un compendio excelente de
estrategia militar.
El libro nos narrará las variadas hazañas bélicas del
protagonista, que se enfrentará con un nutrido grupo de enemigos, pero haciendo
honor al género, la historia de guerra irá paralela al relato de los amoríos de
los personajes de la corte y del mismo Tirante con la bella Carmesina, siendo
la sensualidad y el erotismo una característica constante a lo largo de la
obra, lo que ayuda sin duda a que el lector no llegue a aburrirse por la
retórica de algunos sus capítulos.
Nos encontramos pues con un libro escrito a fines del siglo
XV pero que tiene toda una serie de componentes que permiten que llegue a
nosotros tan vivo como en el momento de
su redacción. Para los más curiosos, además del disfrute de las aventuras del
protagonista, el libro permite una aproximación de carácter histórico muy
interesante, puesto que las descripciones de usos, costumbres, modas y
utillajes, así como de lugares y personajes de la época, son constantes en la
obra y nos permiten realizar un auténtico viaje en el tiempo, un viaje a través
del litoral mediterráneo medieval y renacentista ciertamente inspirador.
miércoles, 2 de mayo de 2012
LOS PAPELES PÓSTUMOS DEL CLUB PICKWICK de Charles Dickens
Se trata de la primera novela del autor, quien empezó a publicar la
obra, por entregas, en 1836, cuando tan solo contaba veinticuatro años.
Narra las aventuras de
Samuel Pickwick y Sam Weller. Los inolvidables miembros del absurdo Club Pickwick
protagonizan aquí, según la generosa tradición de Cervantes, una
infinita sucesión de aventuras disparatadas, cómicas, tristes, transidas
siempre de una amabilidad quizá nunca igualada.