TEXTO REVISADO
Debido a la última votación que ha llegado de Teresa se ha producido un empate.
Seguimos con la aventura de la creación de relatos. Por fín hemos llegado a la 5ª y última fase de creación. En ésta fase que terminará cuando los participantes lo decidan, cada uno de los miembros del club por un turno rotativo seguirán el relato que más votaciones haya recibido en total.
Debido a la última votación que ha llegado de Teresa se ha producido un empate.
Seguimos con la aventura de la creación de relatos. Por fín hemos llegado a la 5ª y última fase de creación. En ésta fase que terminará cuando los participantes lo decidan, cada uno de los miembros del club por un turno rotativo seguirán el relato que más votaciones haya recibido en total.
Los relatos finalmente elegidos han sido "El artefacto del viajero" y "Tip, tap, tip" con un total de 7 votos cada uno.
Cada participante contribuye con su imaginación a la construcción de esta narración, que al final se convertirá en la creación de todos. No hay una extensión mínima ni máxima ni la obligatoriedad de terminar en una fecha determinada. Se trata de un ejercicio creativo que vamos a realizar con el fin de disfrutar y de dar lo mejor de nosotros.
Y éste es el orden en que se deberá seguir el relato:1º Arturo
2º Caty
3º Reyes
4º Juani
5º Mariuca
6º Carmen
7º Teresa
8º Sales
9º Marga
10º Lula
Daremos vueltas a ésta lista tantas veces como queramos hasta que quedemos satisfechos con el resultado y decidamos finalizar la narración.
Cada narrador cuando cuelgue su relato en éste post avisará a la persona que le sigue en la lista para hacer la participación más dinámica.
3 comentarios:
Bueno, vamos allá. Aclararos que he optado por continuar el relato de Lula, perdón a Raúl, pero me hice a la idea de que sería "El artefacto del viajero" el que saldría con más votos y lo empecé a madurar. Va en dos partes. Continua así:
1ª PARTE
Y tanto que acechaba, en forma de ladrones, estafadores, mujeres de mala vida, etc...Cuando emprendió este viaje, impelido por su conciencia atormentada por el error cometido, no sabía lo fascinante y transformador que podía llegar a ser. Acababa de entrar en Galicia por O' Cebreiro, dejaba atrás casi 125 leguas de caminos y veredas, de bosques solitarios y gentes sencillas, todo con el fin de atenuar la culpa cometida. Si reflexionaba se daba cuenta de que, aunque ya entrado en la cincuentena, no sabía gran cosa del mundo. La decisión de recorrer el camino le surgió de pronto, cuando más atormentado estaba; pero curiosamente, cuando tomó la decisión de partir, sintió misteriosamente que una parte de su culpa estaba ya redimida.
Su pensamiento dio un giro más práctico, ya no le quedaban provisiones, y necesitaba descansar después de tantos días de fatigas, además de prepararse para el encuentro con aquella ciudad, Compostela la llamaban, donde descansaban los restos del apóstol que iba a venerar. Le habían informado que a pocas leguas se encontraba el burgo de Samos, que tenía en sus alrededores un grandioso monasterio benedictino que llevaba mucho tiempo atendiendo con hospitalidad a los caminantes.
Sin esperar más tiempo, una vez recobrada parte de las fuerzas a base de pan duro, frutas de los arbustos que crecían por esos páramos y la deliciosa agua que corrían por los innumerables arroyuelos, se puso en marcha. No tardó en llegar a esa majestuosa construcción, que se erigía imponente en medio de aquel salvaje lugar. Provista de todo lo necesario, tenía huertos fértiles, bodegas y lagares, animales de tiro y de carne, todo cuidado con esmero por aquellos monjes laboriosos.
Sin pararse a tomar aliento, ya que la noche se le echaba encima, dio tres golpes secos y potentes al aldabón con forma de extraña criatura. Poco a poco fue oyendo pasos que se acercaban hacia donde él se encontraba. Frente a sí escuchó el correr de la mirilla, y tras ella, unos ojos intensos bajo una capucha lo miraban.
2º PARTE
Alabado sea Dios-dijo el monje-. ¿En qué podemos ayudarte?-.
-Alabado sea hermano, necesito techo por esta noche. Voy camino de la tumba del apóstol, pero el hambre, el frío y la noche me han impelido a acercarme hasta aquí, esperando que vuestra generosidad me acompañe hasta la jornada de mañana-.
De pronto, oyó el súbito ruido que hace un gran cerrojo al abrirse, viéndose frente a un monje corpulento y de baja estatura, pero de cara afable, que con un gesto silencioso lo invitó a pasar. Se dejó conducir por los pasillos del claustro, adornados con aquel arte nuevo. Llegaron a una pequeña estancia, sin más adornos que una piedra tallada que servía de asiento y un crucifijo en la pared. No tardaron en aparecer dos monjes jóvenes, que traían viandas sencillas, algo de pan, queso y vino, además de una jofaina con agua templada y una gruesa manta.
Cuando hubo calmado sus necesidades más apremiantes, su cabeza aún seguía dándole vueltas a la maravillosa historia que el viajero le contó, todavía conservaba el extraño objeto celosamente guardado entre la camisa y la piel. Se sentía atraído y a la vez asustado, con esa increible música, la luz chispeante, ese material desconocido. Conocía la capacidad de los magos, sí, quizás ese hombre era un brujo, y ese objeto era de lo que se valía para robarle el alma a los demás hombres. Él, siempre tan ingenuo había sido engañado, debía deshacerse rápidamente de eso.
De pronto una idea le cruzó la mente. Sí, eso haría, consultaría al monje sabio que se dedicaba a la alquimia, él sabría qué hacer con ese objeto. Quizás podría aconsejarle cómo utilizarlo, quizás sabría porqué se llamaba emepeseis, cómo era que parecía que tenía encerrados a diminutos duendes cantores.
Sí, aprovecharía su estancia allí y solicitaría entrevista con el alquimista, no podría negarse cuando le mostrase el objeto.
Con esta solución en su cabeza, extrañamente intranquila, se quedó dormido sobre la manta.
Las campanas anunciando el laudes no le sorprendieron dormido sino contemplando la quietud que la niebla daba a los densos bosques que rodeaban el monasterio. Curiosamente esa niebla lo igualaba todo en un tono grisáceo haciendo desaparecer el lenguaje propio de aquel lugar, un lenguaje compuesto por todos los tonos del verde dirigidos a gritar al hombre la nimiedad de su presencia.
Tras la oración y el frugal desayuno que se le ofreció, asistido por el monje que lo había recibido la noche anterior solicitó poder dirigirse al hermano Anselmo. La historia de aquel alquimista le intrigó, había abandonado Bec por un tiempo para estudiar los tratados orientales que se custodiaban en Samos, decían que buscaba hallar las pruebas de la razón natural de la frénesis magna, ¿cómo podía buscarse en tal horror la naturalidad? Solo el demonio podía darle forma humana a aquel mal.
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