1º CICLO DE ÉPOCA DEL CLUB DE LA MANZANA

LA GRAN DEPRESIÓN AMERICANA

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El Villorio de William Faulkner
¿Acaso no matan a los caballos? de Horace Mc Coy


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viernes, 1 de enero de 2010

PARAÍSO INHABITADO - Ana María Matute


«Nací cuando mis padres ya no se querían», recuerda Adriana, mucho después de que todo haya sucedido. Por ello, la niña se crea un paraíso propio, poblado por amigos imaginarios y una familia de su elección.
Esta felicidad a medida se ve perturbada cuando Adriana debe iniciar el periplo escolar y entrar definitivamente en el mundo de los adultos, un entorno que le resulta ajeno cuando no hostil. Sin embargo, siempre queda un refugio bajo las relucientes estrellas escondidas en los cristales de la lámpara del salón.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Un libro que habla de una niña en tiempos de la república. Una niña que crece sin las enseñanzas ni el seguimiento de los adultos y crea su propio mundo en el que se inventa todo aquello que no entiende. Se hace amiga de un niño con una situación parecída a la suya y se convierten en inseparables (siameses como a ella le gusta pensar). Su pérdida y su entrada en el mundo de los adultos.
Aunque es un libro que habla de soledad, lo hace desde la perspectiva futura de la niña, nada que ver con sus vivencias del presente. Ella durante su infancia no parece sentirse realmente sola, le gusta su mundo real y el de fantasía que se ha inventado y sólo cuando conoce a su vecinito parece entender de alguna manera lo bonito que es tener a alguien con quien compartir los pensamientos y los juegos. La niña no tiene ni ganas ni voluntad de entender a "los gigantes", más bien le molestan, exceptuando un par de personas y es feliz cuando consigue pasar desapercibida.
Una vez más una narrativa magnfífica por parte de esta autora, y una vez más una historia que habla de infancias no demasiado felices.

Sales dijo...

Adriana es una niña de once años, se siente desvalida y olvidada, y sufre de manera traumática su soledad. El remedio será esconderse y refugiarse en un paraíso de fantasía lo más alejado posible del mundo de los gigantes. Este universo propio le sirve de parapeto contra un entorno hostil: la familia, el colegio, y una sociedad que se mueve por tiempos convulsos.
Ante la poca atención recibida por parte de su familia, la niña se crea una pequeña isla afectiva en la zona de servicio, donde las dos criadas de la casa se esfuerzan por hacer más llevadera su orfandad.
Hasta que aparece en escena Gavrira, un alma tan solitaria y fantasiosa como ella, con el que descubre el amor purísimo y desprendido de la infancia y también la más dura y radical de las experiencias, la muerte.
La autora nos muestra una historia dramática de transición entre la infancia y la primera madurez, y vuelve a dejarnos un mensaje pesimista sobre la vida.
Pero la prosa limpia y mágica de la autora es capaz de convertir esta triste historia en una obra tierna y de melancólica hermosura.
Matute logra que la mente del lector retroceda en el tiempo y el espacio para volver a revivir aquella lejana infancia aparcada en nuestro recuerdo. Con cada sentimiento descrito, con cada hecho relatado, nos llega el recuerdo de aquellos años remotos y añorados. Porque como escribe la autora
“tal vez la infancia es más larga que la vida”.
Literatura con mayúsculas, de la buena, de la imperecedera, un libro que te calienta el espíritu, como los chupitos de licor que toma una de las protagonistas de la historia.

Maria Luz dijo...

Paraiso inhabitado de Ana María Matute

“Nací cuando mis padres ya no se querían…” empieza la narración.
Adriana nace tardía e inesperadamente en una familia de la alta burguesía, sus padres virtualmente separados están a lo suyo, su hermana mayor no la quiere en sus habitaciones y sus hermanos varones la aceptan en la sala de estudios como si fuera una mascota. El espacio que le queda es la zona “innoble” de la casa: la cocina, el cuarto de la plancha, la despensa…, donde reinan Tata María e Isabel la cocinera.
En este espacio pasa sus primeros años perfeccionando métodos de camuflajes y escondites, oyendo las conversaciones de las Tatas y sacando sus conclusiones de niña. Por las noches vaga por la casa a oscuras viendo o imaginando reflejos, colores, unicornios que escapan de los cuadros.
Su infierno particular es el colegio de monjas con su tortura diaria, hasta que con diez años cae enferma y se libra del colegio y además conoce a un inquilino nuevo de la casa, un niño ruso tan solo y abandonado por su madre como ella.
A partir de aquí la narración incorpora el mundo del “Niño”. Adriana es feliz, por primera vez tiene un amigo que además también vive en un pais imaginado como ella.
Como nada es eterno Adriana crece y su madre la quiere incorporar al mundo de los adultos “los Gigantes”, la saca de su cuartito, de la cocina y el cuarto de la plancha, “ya basta de tonterías, de criadas y chóferes”
Bien la historia sigue y no es cuestión de destriparla.

Ana María Matute nos cuenta a través de los recuerdos de una mujer mayor una época de la vida de una niña imaginativa y abandonada, su paraíso inhabitado, su país de nunca jamás, sus niños perdidos y la expulsión de ese paraíso, en este caso traumática ya que es una novela, pero que podemos reconocer pues todos hemos pasado por esa expulsión. (Apostilla: Las niñas antes y con más traumas que los niños…)
La novela me ha gustado leerla, esta mujer escribe como pocos, la historia en sí no entra dentro de mis preferencias, me gustó más “Olvidado Rey Gudú”, pero está muy bien ésto de abrirse a otros contenidos, para eso, entre otras cosas, sirve un club de lectura.

yeyi dijo...

“Nunca hubiera podido imaginar que una ausencia ocupara tanto espacio, mucho más que cualquier presencia”.Creo que esta es la frase que marca todo libro, toda la vida de la protagonista, en la que la ausencia y la soledad pasan a tener un papel relevante. Esta frase la dice cuando se va su tía Eduarda, la única que le aporta calor y ganas de conocer y de nuevo vuelve a sentirse sola y vacía, hasta que aparece en su vida un niño, solitario como ella, y también como ella abandonado por los Gigantes.
Esta historia sobre niños provoca que el lector viva sensaciones y recuerdos lejanos de la infancia. Todos los que la leemos evocamos algún paisaje, nos vemos reflejados en algún episodio de la vida de Adriana, como la incomprensión de los mayores, la negación a entrar en un mundo que es hostil, el primer amor, el miedo a los primeros días de colegio o los primeros ausencias: su padre, sus hermanos y por último su primer amor.
Su protagonista se ve forzada a adentrarse en un mundo que le es hostil, el de los gigantes, en un principio solo lo vigila con cautela, a escondidas, pero a medida que transcurre la novela será obligada por su madre a convertirse en parte de ese mundo, aunque a ella no le guste.
Su autora es “la Matutes”, como ella misma se denomina, es una de las pocas mujeres en la Academia Española de la Lengua, un título y un sillón que ostenta por derecho propio, porque su prosa es viva, sensible, a veces un poco recargada pero es la propia historia marca el estilo. Como pocos sabe llevarnos a una época, a una forma de vida burguesa en la que dos mundos diferentes tienen sus propias características, el mundo de los burgueses y el mundo de los criados, arriba y abajo, perfectamente delimitados.

Juana dijo...

La infancia de Adri es solitaria. Pertenece a una familia burguesa pero se relaciona más con Tata María e Isabel, las criadas, que con sus padres, hermanos y hermana. Hay un fondo de reproche en la falta de atención familiar hacia ella: nací cuando mis padres ya no se querían... comienza el libro.
El mundo de los adultos se le antoja sin sentido, lleno de normas y no tiene con quien compartir su soledad. Pero a ningún niño le es negado el don de la imaginación, inagotable fuente de vivencias no compartidas... hasta que conoce a otro niño,Gavrira. Sus juegos juntos se convierten en una experiencia sublime e inolvidable. Pero el tiempo y los trágicos acontecimientos irán poco a poco calando en sus vivencias y acercándola al mundo de los mayores, su madre, su hermana,su tía... están ahí, viéndola madurar y acercándose a ella en esta nueva etapa.

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