1º CICLO DE ÉPOCA DEL CLUB DE LA MANZANA

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viernes, 5 de julio de 2013

VELANDO ARMAS II (Este mes en el periódico de Mairena del Aljarafe)


La Materia de Bretaña o Ciclo Artúrico 
(Cati y Manolito)

Hay tres ciclos literarios de los que ningún hombre debería carecer: la materia de Francia, de Bretaña y de la gran Roma.
Jean Bodel, Chanson de Saisnes (s. XII)
  
No son tantos los personajes que han conseguido navegar a lo largo de los siglos en el vasto océano literario, logrando mantener vivo el interés de los lectores al narrarse sus azarosas aventuras, sus avatares, sus luchas y victorias, sus derrotas, sus pasiones o, incluso, su muerte.

Casi nueve centurias separan la representación más antigua conocida de Arturo de Bretaña (el bajorrelieve de la arquivolta de la Porta de la Pescheria  en la catedral de Módena) de la publicación del primer libro de la trilogía “Crónicas del Señor de la Guerra”, El rey del invierno, de Bernard Cornwell, pero la admiración por el fabuloso monarca sigue casi intacta.

Por Materia de Bretaña se conoce al conjunto de toda una serie de narraciones sobre el pasado más remoto de Britania, y en especial aquellas que se centran en el personaje, tal vez histórico (no vamos aquí a entrar en el interesantísimo debate), pero sin lugar a dudas legendario, del Rey Arturo y en sus no menos insignes acompañantes, los caballeros de la Mesa Redonda.

Las primeras narraciones fueron historias difundidas oralmente por los conteors bretones, una narración épica que hundía sus raíces en la mitología celta y en episodios fantásticos, donde Arturo aparece como caudillo defensor de los bretones. Serían los novelistas cortesanos franceses quienes las trasladarían por primera vez al papel escribiéndolas en verso al gusto de su época.

A través de tiempo la imagen de Arturo irá cambiando adaptándose a la voluntad de sus narradores y lectores. Los Plantagenet (los reyes normandos de Inglaterra) recogerían las historias para usarlas como propaganda política, una forma de justificarse y buscar un pasado esplendoroso. Los textos franceses serían traducidos también prontamente al alemán donde se centraron en el carácter simbólico de las historias, y al galés donde se unirían con antiguos relatos irlandeses y galeses. También los monasterios jugaron un papel fundamental en el desarrollo del ciclo, pues no fueron pocos los clérigos que  recogerían los textos franceses para transmitirlos cargados de espiritualidad religiosa.

En todo este camino, el mundo artúrico iría creciendo, absorbiendo incluso en su esfera relatos que antes habían sido independientes, como el conocidísimo de Tristán e Isolda.
Todo ello le dio una magnitud tal que mientras lentamente la caballería como estamento irá desapareciendo, el ideal caballeresco se mantendrá vigente durante siglos, gracias en gran medida al triunfo en toda la Europa medieval del mundo fantástico que se creó alrededor de Arturo.

En poco más de un siglo se habría formado ya el compendio conocido como materia de Bretaña, la aparición de la Vulgata artúrica de 1230 es el punto de inflexión, momento en que queda ya recopilada toda la materia.  La Vulgata no fue la primera recopilación, las historias de Arturo ya se habían recogido en diversas ocasiones formando ciclos homogéneos, pero es la que nos ha llegado de forma  más completa y sin duda la que más éxito tuvo en la Europa del s. XII al XVI, difundiéndose incontables copias de la misma. Se divide en cinco partes: Historia del Graal, Merlin, Lanzarote del Lago, Demanda del Santo Graal y La  muerte del rey Arturo, vemos aquí pues los grandes temas que rodearon al personaje.

La vigencia del mito seguirá de forma evidente,  siendo la obra de Sir Thomas Malory de 1485, Le morte Darthur, la translación de todo el compendio a la prosa inglesa y la obra que fijará la imagen que hasta hoy nos ha llegado del ciclo artúrico, reeditándose hasta la actualidad, incluso en versiones para niños.

Los siglos XVII y XVIII fueron una época más parca en la producción artúrica, pero la llegada del romanticismo supuso la vuelta con fuerza del espíritu caballeresco, apareciendo de forma renovada el ciclo como inspiración en todas las facetas del arte, destacando la literatura y la pintura. Se deben citar ahora las obras de Sir Walter Scott, de A. L. Tennyson o William Morris, quien además formó parte de la hermandad prerrafaelista, cuyas obras fijaron con fuerza una nueva imagen de los protagonistas del ciclo, en lienzos inolvidables como La dama de Shalott.

En los ss. XX y XXI el ciclo artúrico sigue siendo fuente de inspiración, desde la inconclusa y recién publicada obra de J.R.R. Tolkien, La caída de Arturo, en la que utiliza el verso aliterado en inglés antiguo como homenaje a la tradición oral del ciclo, hasta las actuales novelas históricas que sitúan a nuestro héroe en el tránsito de la Antigüedad Tardía, dándole una aproximación arqueológica al personaje. Todas ellas siguen despertando en el lector la emoción profunda de las hazañas de sus personajes, aunque en obras como la de Cornwell estos personajes, desde Gallahad a Mordred o Merlín y Nimue se nos presentan más humanos que nunca,  igual que sus inolvidable gestas como la búsqueda del caldero, el romance de Lancelot y Ginebra o la entrega a Arturo de la mítica Excalibur, que son revestidos de un intenso halo de realidad, dejando en manos del lector el juicio sobre la veracidad de los prodigios mágicos obrados a lo largo del relato.

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