1º CICLO DE ÉPOCA DEL CLUB DE LA MANZANA

LA GRAN DEPRESIÓN AMERICANA

LECTURAS

17 de enero: De ratones y hombres de John Steinbeck
El Villorio de William Faulkner
¿Acaso no matan a los caballos? de Horace Mc Coy


Club Social de Aljarasol en Mairena del Aljarafe, Avda. de la Constitución a las 19:00.

lunes, 21 de mayo de 2012

VISITA LITERARIA DEDICADA A BÉCQUER DEL CLUB DE LA MANZANA

Os adjunto la crónica de Sales (la organizadora de la visita literaria dedicada a Bécquer) que aquí tenéis junto con las fotos que me ha enviado Elvira.


RUTA LITERARIA. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER.

Hay muchas formas de hacer turismo por Sevilla, de disfrutar de sus calles, plazas, jardines, iglesias, bares… cualquier rincón de la ciudad destila bullicio, alegría, historia y cultura.
El Club de Manzana proyectó para este año una serie de actividades culturales entre las que se encuentran una serie de Rutas Literarias para intentar conocer más a fondo a los grandes escritores y literatos relacionados con nuestra ciudad.
Iniciamos el pasado 18 de Mayo la primera de estas rutas con uno de los grandes poetas románticos del siglo XIX cuya obra supone el punto de partida de la poesía moderna española: mi admirado Gustavo Adolfo Bécquer.
No hablaremos aquí de su vida y obra, ya de sobra conocida, sino que visitaremos los lugares de la ciudad donde pasó sus primeros años antes de su partida a Madrid buscando fama y fortuna. Un itinerario largo pero muy instructivo.
Normalmente este tipo de visitas, como casi todo, se suele empezar por el principio, pero nosotros por motivos de horarios restringidos de algunas de las instituciones a visitar, comenzamos por el final.
La primera parada fue el Convento de Santa Inés situado en la calle Doña María Coronel. Un edificio del siglo XIV de estilo Gótico-Mudéjar que alberga en su interior el órgano descrito por Bécquer en su famosa Leyenda “Maese Pérez el Organista” donde nos aguardaba una gran sorpresa. Siempre que se entra en un edificio antiguo uno tiene la impresión de traspasar el umbral del tiempo y trasladarse a épocas pasadas, pero si además te reciben unos señores ataviados como caballeros templarios la impresión casi asusta. Y es que sin que nosotros tuviéramos noticias de ello, se celebraba en la iglesia una ceremonia de iniciación de los neófitos de la Orden de San Clemente y San Fernando (!ahí es nada!) presidida por el purpurado Arzobispo de Sevilla. De piedra como los muros del convento nos quedamos ante tal despliegue de la “Sevilla profunda”. Y no sería el único acto religioso que nos encontramos a lo largo de la tarde.
Dejamos atrás el convento y por la calle Laraña bajamos hasta la Facultad de Bellas Artes que acoge el Panteón de los Sevillanos Ilustres, donde comparten sepultura Gustavo Adolfo y su hermano Valeriano. Sobre la lápida de los Bécquer se alza la figura de un ángel, portador del libro de las “Rimas” en su mano izquierda y un escudo con leyenda en la derecha, sobre una peana adornada con volutas vegetales y una golondrina. La tumba de Bécquer es receptora desde hace años de poemas, pensamientos, rimas y rosas que dejan las personas que quieren homenajear al poeta y su obra, siempre actual, como si se tratarse de un santo laico que desde el más allá pueda hacer que se cumplan los deseos de los mortales enamorados.
Cuando ya abandonábamos el panteón pudimos conocer a un joven artista marroquí que tenía expuesta en el patio de la Facultad una descomunal tela de araña y que nos pidió fotografiarnos con él. !Ah, cuan maravillosa es la cultura!
Y ya dispuestos a retomar la visita por el principio nos dirigimos a la calle Conde de Barajas, donde nació. Aunque su casa natal ya no existe, en el número 28 de esta calle hay una placa conmemorativa que hace referencia a su nacimiento el 17 de febrero de 1836. Ninguna importancia tiene que la casa sea o no la verdadera. Lo importante es que se conserve como vivienda típica de la época, en la que se puedan recoger y agrupar los recuerdos del poeta.
Continuando por esa misma calle desembocamos en la Paza de San Lorenzo que alberga la iglesia del mismo nombre. En este templo de estilo Gótico-Mudéjar del siglo XIII fue bautizado el ilustre poeta el día 27 de febrero, diez días después de su nacimiento. Dimos un rápido vistazo por la iglesia y la pila bautismal porque se estaba celebrando misa y no queríamos molestar ni ser irrespetuosos.
Sin salir del barrio nos dirigimos a la calle Jesús de Gran Poder. En el número 29 donde ahora está la clínica “Clinisur”, se ubicaba en tiempos del escritor el colegio San Francisco de Paula, donde estudió en sus primeros años. La propia clínica que restauró el edificio, puso la placa conmemorativa para que los transeúntes no se olvidaran del autor.
La siguiente parada la hicimos en la Plaza del Potro muy cerquita de la Alameda de Hércules, donde otra placa recuerda que allí vivió el poeta con sus tíos entre los años 1850 y 1852. El mismo tío que sentenció: “Tú nunca serás un gran pintor, sino un mal literato”. Afortunadamente se te equivocó de cabo a rabo.
Saliendo de la Alameda por la calle Amor de Dios, nos fuimos hasta el instituto San Isidro donde también realizó estudios, aunque no sabemos en qué fecha ni hay placa alguna que lo recuerde.
Por esta misma calle desembocamos en la Plaza del Duque donde también estuvo un tiempo viviendo en casa de su madrina Manuela Monehay, adinerada señora de origen francés. El acceso que tuvo Bécquer a la excelente biblioteca que tenía esta señora, le proporcionó un conocimiento detallado de los autores más relevantes del siglo anterior y del romanticismo europeo. Es una pena que la casa ya no exista ni se sepa el emplazamiento exacto de la misma.
Tras un agitado paseo por la calle Sierpes, tuvimos que pararnos durante un buen rato para dejar paso a una Cruz de Mayo con su banda incluida, que para ser de niños iba repleta de mayores trajeados, llegamos hasta los aledaños de la Catedral, concretamente a la Taberna de las Escobas( !Menos mal! !Ya era hora de una cervecita!) en la calle Alemanes, fundada en 1836, lugar frecuentado por un sinfín de escritores y artistas, entre ellos el que hoy nos ocupa. Ahora es un restaurante muy
fino, de postín, donde no hay lugar para tomarse una caña, por lo que decidimos irnos
con la música a otra parte, al bar “Las Columnas” para un pequeño refrigerio después
de la larga caminata.
Una vez recuperadas las fuerzas, por la calle San Fernando llegamos hasta los
Jardines de Murillo donde una placa recuerda aquel relato que escribió Bécquer sobre
la Feria de Abril que por aquellos entonces se celebraba justo enfrente, en el Prado de
San Sebastián.
Y por fin, última parada en el Parque de María Luisa donde se halla la Glorieta de Bécquer. Una estructura de forma octogonal con un busto del poeta, basado en el retrato que de él hizo su hermano Valeriano, donde hay una inscripción con la fecha de su nacimiento y muerte. El resto del conjunto es toda una alegoría al amor con un joven cupido herido, con un ala rota y un puñal en la espalda, que representa el desengaño amoroso. Desde otro ángulo se aprecian tres señoritas cuyos rostros reflejan las diversas reacciones en las distintas fases del amor: “el amor futuro”, el “amor presente” y “el amor pasado”. Allí dimos por terminada nuestra ruta literaria recordando algunas de sus rimas y analizamos cómo había cambiado la visión del amor desde los tiempos del poeta hasta nuestros días.
Quiero terminar dando las gracias a Lula, sin cuyo amplio conocimiento de las calles sevillanas la visita se hubiese convertido en un ir de acá para allá sin rumbo fijo.

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